sábado, 19 de febrero de 2011

Encerrada



¿Por qué sigo mareada? ¿Por qué tengo sensación de hambre si he comido y no he vomitado? No es hambre, es esta maldita gula, esta sensación que me lleva a comer hasta la saciedad comida grasienta hasta que se me hincha el estomago y no me queda más hueco para meter comida, y entonces... 

Pero, y qué puedo hacer en días como hoy, donde el dolor de la muñeca me recuerda lo que ha vuelto a pasar, y el dolor que siento entre las piernas... me hace sentir miedo por si tiene consecuencias todo esto... porque no puedo fiarme de mi menstruación, ya que hace dos meses que no me baja a causa de mis problemas con la comida. Todo esto se me esta haciendo un mundo, estoy cansada.

jueves, 17 de febrero de 2011

Confesión




Soy anoréxica desde los diez años. A los trece me hospitalizaron por vez primera. Fue en vano: jamás ha podido superar los 40 kilos. Mi madre me amaba con locura, pero no me dejaba salir de casa. No estaba secuestrada. Pero cuando ella se hundió en la depresión, mi vida se convirtió en un infierno. No salí de casa hasta los quince.


No conozco mi peso puesto que el miedo a la báscula me ha hecho alejarme de ella y con pena le cuento que llevo cerca de tres semanas en “semi-ayuno” tomando solo cafe, agua, el juego de dos naranjas y chicles a lo largo de todos estos días, ha sido difícil. Si, he bajado de medidas, si, he controlado mi ansiedad, si (por ejemplo masticando la comida y no tragándola, no pregunte como hago para esconderle eso a mi madre)


Me siento terriblemente culpable porque hoy en la mañana he comido un poco, estúpidamente siento que voy a engordar, por lo cual, haré una hora y media de ejercicio para aliviar la culpa.

Vivir en un infierno


Me llamo Alejandra, tengo 20 años. Además de escribir poemas, me gusta captar el movimientos de los cuerpos desnudos, sus pliegues. Amo la belleza, las proporciones perfectas del canon griego.

Mi cuerpo con los años se ha convertido en una carga.  Odio sus pliegues de grasa, las marcas dejadas por la gordura. En la madrugada me encierro en el baño, tomo una hojilla de afeitar y me corto en la zona de las muñecas, con largos cortes siguiendo la línea de las venas.  Entre el asco y el horror yo he descubierto otro sentimiento: mis amigos me admiran, por mi resistencia al dolor. Ellos no serían capaces de hacerlo, y eso me da cierto poder.

Cuando el dolor o la angustia resultan demasiado intensos, una persona hace cualquier cosa, cualquiera, con tal de que se vayan. Eso incluye matarse de hambre. Eso incluye un comportamiento sexual sin precauciones. Eso incluye vomitar. Eso incluye consumir drogas, o beber. Eso incluye cortarse o quemarse. El problema está en que esas soluciones sólo aportan remedios temporales. Y que resultan adictivas, porque todas ellas proporcionan un alivio rápido y momentáneo. Sí, incluso el cortarse: el cuerpo segrega una serie de opiáceos para compensar el dolor, y esas sustancias funcionan básicamente como una droga, como un calmante intenso.

Soy capaz de mantener una conversación con alguien que me espera fuera mientras vomito al mismo tiempo. Cuando no como, necesito constantemente algo en la boca: al principio era un chicle, luego aprendí a regurgitar la comida. Durante horas, envio de nuevo la comida a la boca y la rumeo, hasta convertirla en una papilla insípida que trago por fin. Aprendí a hacerlo mientras caminaba, mientras estudiaba en clase, incluso mientras charlaba con mis amigas.

Pero de un día para otro han comenzado los problemas. Después de vomitar me siento mareada, y necesito beber agua. Se me hinchan las manos y, a veces, también las piernas. He comenzado a sentir palpitaciones, y el corazón se me acelera no únicamente tras devolver, que es algo a lo que ya me he acostumbrado, sino también durante los atracones, o sin ningún motivo, mientras veo la televisión o estoy esperando el autobus. Siento que no puedo controlar mi cuerpo ni sus reacciones, y que algo que hasta entonces no había dado problemas se añade a la interminable lista.

Noto que los bordes de mis dientes, hasta entonces lisos, se estan mellando en ondas, y a veces me duelen con mucha intensidad. Me sangran las encías con frecuencia. No recuerdo que fuera inmediatamente después de haber vomitado, pero una de las características más frecuentes que permiten identificar a una bulímica es la ruptura de los capilares en los ojos, debido al esfuerzo. Hace una semana se me reventó una venita en mi ojo derecho, y durante estos días, cada vez que me miro en el espejo me pregunto si alguna vez sanará y volverá a su tranquilizador color blanco. 


Mi primer diario



En una cesta de mimbre descubro algunos objetos del pasado. Abro un pequeño cuaderno, diminuto. Lo recuerdo. Fue mi primer “diario”. Aquel cuaderno guarda algunos de los secretos más oscuros de mi pasado. Fechas, dietas, ejercicios, peso e, incluso, lo que comía o las veces que vomitaba cada día.

Recuerdo subirme a la báscula cada noche y abrir mi pequeño diario para anotar lo que había comido y cuánto pesaba y recuerdo observar el descenso de peso con respecto al día anterior, no siempre con el mismo grado de satisfacción.

Ahora abro de nuevo el cuaderno y leo:

19 de Noviembre de 2004

“Al subir al bus pusieron una película. Es difícil que una película sucumba a la tentación que produce en mí el maravilloso paisaje deslizándose ante mis ojos y un puñado de buenas canciones. Aquí estoy mirando por la ventanilla, escuchando música y escribiendo unas líneas. Los molinos giran sin cesar alzándose al infinito. Esos enormes puñados de tierra marrón rojiza se expanden a largo de cientos de kilómetros pareciendo no tener fin.

Vuelven tus problemas pero no los afrontas del mismo modo. Vuelves a tu hogar pero algunas cosas han cambiado. Vuelves a tu vida pero ya no eres el mismo.

Y ahora me encuentro aquí, intentando descifrar de nuevo cuál es la realidad de mi vida.

Intento descubrir cómo adaptarme a una vida que no siento como mía. Intento adaptarme a unas circunstancias que ya no conozco. Intento averiguar cómo lidiar con los antiguos trastos. Intento descifrar el modo de enfrentarme a las situaciones del pasado en un nuevo presente e intento encontrarme en un mundo en el que me he perdido…resulta difícil volver a una vida que no reconoces como la tuya.